sábado, 20 de junio de 2009

Todavía no hay nada hecho

No hacía falta decirlo, todos lo sabían desde que nacían. Los negros estaban obligados a ceder su asiento a los blancos en cualquier transporte público. Así, un blanco de dieciocho años, sólo con su presencia, hacía levantar a una negra embarazada o a un octogenario negro.

Llegó un día, en 1955, en que una mujer negra no se levantó ante la presencia de un hombre blanco. Ella volvía de su trabajo, estaba cansada del despotismo establecido. Nadie consiguió levantarla de su asiento, a continuación fue detenida. Fue la primera, pero no la última.

La imagen de la detención de aquella mujer de aspecto tranquilo movilizó a toda una raza. De aquel incidente surgió un líder, Martin Luther King Jr., que, con mucha organización y practicando la “no violencia” de Gandhi, consiguió que todos los trabajadores de color no tomasen los autobuses en sus desplazamientos. Constituían el 60% de los usuarios habituales del servicio de transporte.

Su postura logró un gran avance de los derechos civiles de los afroamericanos en los EEUU. Pero Martin fue asesinado.

Hoy podemos ir a votar todos. Sí, podemos, ni siquiera digo debemos. Es un derecho y un deber, cada uno lo toma desde la perspectiva que quiere y lo ejerce o no, según su voluntad. Pero… ¿nos acordamos de las mujeres que consiguieron, con su lucha, que hoy, nosotras podamos ir a las urnas? ¿Nos acordamos que hace pocos años que nuestros nombres aparecen en las papeletas?

¿Nos acordamos de que, en una gran parte del mundo, hay personas que no saben qué es el derecho al voto? Sabemos que el conocimiento nos hace libres, por eso, a estas personas les impiden el acceso a la cultura, a ellos y a ellas. Y si ellos se adjudican el derecho a votar, a ellas las quieren sordas y ciegas para que no puedan hablar, para que no sepan que a poca distancia de donde viven hay un mundo diferente que se les oculta.

Hacen falta muchas Rosas Parks y muchos Martin para seguir cambiando la historia pero… ¿Habrá voluntarios para morir?

lunes, 1 de junio de 2009

Amor frío


Recuerdo cuando me regalaron a Cristóbal era como una lombriz amarilla. Su tacto sigue siendo tan suave como el primer día. Nunca sale de mi cuarto, le encanta el rincón de los libros.

Qué cantidad de ratones se comía, ahora ya no tiene bastante, ha pasado a tragar conejos enteros. Eso me da pena. Sí, me da pena. Pero es el ciclo de la vida. Unos mueren para que otros vivan. Cristóbal no se aparta de mi un segundo, últimamente, hasta se acuesta conmigo, no he visto serpiente más fiel. En que me meto en la cama allí está, pegada a mi, no veas cómo ha crecido, casi es tan larga como yo.

Siento lo que voy a decir, amigo, sólo te está midiendo. Cristóbal nunca tuvo dueño.