viernes, 25 de diciembre de 2009

Cuando el tiempo pase

Enterré mi corazón en la orilla del Ebro.

Mis lágrimas llegaron a él para aumentar su caudal. El rio no lo notó.

Nadie sintio mi pena, sólo mi corazón. Y él se olvidará con el tiempo de todo aquello que sintió, y la vida será sosa y rutinaria y, entonces, buscaré tiempo para volver a contar estrellas y las gotas de lluvia que mojen mi rostro los días que el cielo se rasgue.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El abrazo de Africa


No se atrevía a acercarse, seguía sentada lejos, lo oyó y seguía alejada. La vi, gracias a que la vi y fui hacia ella y, entonces, ella hacia mi.


Nos abrazamos con intensidad y su delicada fuerza me envolvió. Una manada de cebras desbocadas me pisotearon, me aplastó el elefante, me desgarró el zarpazo del león y el cuerno del rinoceronte me atravesó recorriendo la sabana.


Su abrazo, Señor, su abrazo. ¡Qué tesoro!

Su mirada un ¿por qué me dejas?

Sus ojos secos llenos de lágrimas, lágrimas de Africa, ojos acostumbrados a sufrir sin llanto.

Sufrimiento esencial, aceptación y realidad.


Y yo me voy, y la dejo.


viernes, 4 de diciembre de 2009

Siempre estaréis conmigo

A veces es mejor inventariarse, ser parte del mobiliario y no tener que despedirse.Pero debo decir adiós a siete años de mi vida y seguir, evolucionar o morir, dos locales, muchas caras, muchos holas, mucho adiós, grandes perdidas, mi padre, mi amigo, mi amiga, su amiga, mi otra madre.Me voy, ya os echo de menos, ha sido voluntario, y os quiero a todos.Camila sigue esperando que la descubra entre los restos del Mosen y Boggiero.Y lo haré se lo prometo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Por qué saber?

Todas las palabras que digo resbalan.
Resbalan como lágrimas que escurren y calan.
Calan la tierra que absorbe palabras
y las lágrimas que no salen de mis ojos.

Para qué continuar, norte y sur,
subir y bajar, nada es igual
allí y acá, no hay coincidencia
no hay retorno para cambiar.

Cuando piense en mí subiré a las estrellas,
etérea, como un hada transparente de
alas brillantes, y baileré un suave vals.

Mientras... me arrugaré en un rincón,
sin amor, sin tus besos, sin tus palabras
y las vidas que hicimos juntos
¿qué hacemos con ellas?

viernes, 20 de noviembre de 2009

Transmisión

¿Qué motor hace escribir a mi mano,
cuando apenas roza la hoja,
para expresar un pensamiento?

¿Dónde reside la chispa que enciende
el verso, que convierte en lamento
un profundo sentimiento?

¿Qué camino recorre
la llama encendida
del corazón al talento?

¿Dónde inicia el movimiento mi diestra,
traduciendo un susurro, un tacto, una visión
en las letras que escribo?

Y… volverán esas letras a saltar
del papel que sujeta tu mano
hasta tu talento, para convertir mi lamento
en tu propio sentimiento.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Pretérito perfecto


—Mujer, ¿qué hace ahí tumbada en el suelo al lado de mi cama, acaso se cree una alfombra?
La mujer tumbada, que llevaba un camisón azul, abre los ojos y los fija en los de Fedra que la sigue observando con sorpresa. La mujer de azul no parece asustada. Fedra sigue mirándola tranquilamente mientras se pregunta cómo ha podido llegar aquella mujer hasta allí sin que ella la viera.
— ¿Tal vez quisiera echarse a mi lado? El suelo debe estar frío —Fedra sigue apoyada sobre el codo izquierdo para mirar, casi perpendicularmente, a la mujer tumbada que tiene las manos entrelazadas sobre su propio vientre.
—No crea, se está bien aquí, hace mucho tiempo que no tocaba suelo.
Se oye un suave ruido que interrumpe la conversación.
— ¡Qué raro! Debe estar abierta la puerta del camarote —vuelve a decir Fedra, al ver como otra mujer camina tranquilamente desde el lavabo de la pequeña habitación hasta el otro lado de la cama y se echa sobre esta sin decir nada. Leva el pelo recogido con un montón de bigudís de colores. Fedra la mira con un poco de extrañeza y dice: “¡Oh! Buenas noches, adelante, pase y acomódese, este es el hotel del tócame Roque”.
—Gracias. Y… buenas noches. Duerme, duerme, yo no molesto —respondió la mujer de los bigudís de colores.
—Perdone señora, está segura que no quiere subir a la cama, me da pena verla ahí tirada —insistió Fedra volviendo a mirar a la mujer del camisón azul.
—No, no, esto es muy confortable, la moqueta, la sirena de fondo. Aquí en el suelo se oye mejor cómo las olas del océano rompen contra el casco del barco.
—Bueno, podríamos considerarlo una buena apreciación —observó Fedra, que ya estaba sentada en la almohada con dos mujeres a las que nunca había visto, desvelada por las incursiones nocturnas.
—Fedra —dijo la mujer del camisón azul — ¿qué tal tus hijos?
—Perdone señora, pero no tengo hijos.
— ¿Todavía no los tienes?
—No, es demasiado pronto, aún le quedan unos cuantos años para ser madre —dijo la mujer de los bigudís, al otro lado de la cama, mientras intentaba dormir, con tono de paciencia.
— ¿Qué dicen, cómo saben eso? –preguntó extrañada Fedra.
—Soy su abuela, ¿cómo no lo voy a saber? Lo que no sé es cómo una madre puede olvidarse de sus hijos –replicó la mujer de azul.
—Si usted lo dice… no le voy a llevar la contraria, si es la primera vez que nos vemos vamos a llevarnos bien. Señora con bigudís, ¿usted no puede ser la otra abuela de mis hijos? Ese puesto, en caso de que existan, está ocupado.
— ¿Yo? No, que va. Me llamo Fedra y voy de crucero, simplemente estoy intentando descansar mientras espero a mi marido, está dando un paseo por cubierta. No me ha molestado verte entrar en mi camarote, pero ahora tengo el sueño muy ligero y me desvelo con facilidad. ¿Podríais dejar de hablar ya?
— ¡Uy! ¡Qué casualidad yo también me llamo Fedra!
— ¿Por qué va a ser casualidad? Yo recuerdo perfectamente la noche que conocí a mi suegra. Siempre fue muy original con las presentaciones, ya te darás cuenta. ¡A dormir…!

viernes, 6 de noviembre de 2009

Besos importantes

Besos de cariño irrefrenables
Envueltos en bufandas anudadas
Sujetando cabezas pensantes
Opacas, transparentes
Sincera armonía



Importante la serena calma
Momentos robados al tiempo
Paraíso creado por voluntad
Oro macizo, carbono brillante
Roca, piedra firme en camino
Tus besos son importantes, también recibirlos
Abrazos devueltos. Es grande sentir.
Nadie me había dicho nunca nada
Tan bello
Están para derrocharlos.
Sinceramente: Gracias.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Cabo da Roca


Pluma y papel. Coche y carretera. Pájaros y aire y agua. Sol y rayos. Luna y estrellas.

Le gusta conducir hasta el final del camino, hasta dónde la tierra acaba y comienzan las aguas que la rodean. Encrespada costa en la que se corta el océano sangrando espuma blanca. Y allí está ella mirando el continuo movimiento que hasta el infinito alcanza.

El frío en su cara le hace resurgir, una y otra vez, como cada ola, siempre resurgir, cada vez de una forma. Olor a salitre pétreo, imposible de detener, se clava hasta el cerebro, afilando la punta para no ser olvidado.

Borracha de aire puro cae de espaldas sobre la suave hierba, y rueda y rueda, cuatro vueltas, sólo cuatro vueltas. Las gaviotas, con su canto pesquero, detienen el juego, vuelan recto y lejos, blancas y negras, a través de los rayos de los dedos del sol hasta el horizonte.

Sonrisas, sólo sonrisas. Ella vuelve al coche, recuerda que algo la encerró mucho tiempo y que ahora ya nada la encierra. Entonces deja el camino, sigue campo a través adentrándose en la tierra. Mientras, en la soledad de la noche, deleitándose en la idea, mira al cielo que también ríe con su sonrisa más sincera, porque la luna crece, rodeada de puntos brillantes que al navegante orientan.

Pluma y papel. Coche y carretera. Pájaros y aire y agua. Sol y rayos. Luna y estrellas.

miércoles, 19 de agosto de 2009

"Me gusta oir las estrellas"


Tanta ilusión, tanta esperanza, tantas posibilidades, tanta realidad, tanto abandono, tanta tristeza, tantos errores, tanto suponer, tanto tanto que queda en nada...

"Nada más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un instante. No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hizo ruido".

miércoles, 1 de julio de 2009

Voluntad de hierro

No sé de quién fue la idea de hacer sólo la mitad de mi cuerpo adosado a un bloque de hormigón. Ni siquiera tuvo piedad para dejar mis brazos libres.

El escultor no sabía que había dado alma a su obra. Quiero ser como las personas que caminan frente a mí.

Dicen que doy calambres. No saben que con sus chispazos mi cuerpo va creciendo bajo el hormigón.

Pronto me levantaré y me iré.

sábado, 20 de junio de 2009

Todavía no hay nada hecho

No hacía falta decirlo, todos lo sabían desde que nacían. Los negros estaban obligados a ceder su asiento a los blancos en cualquier transporte público. Así, un blanco de dieciocho años, sólo con su presencia, hacía levantar a una negra embarazada o a un octogenario negro.

Llegó un día, en 1955, en que una mujer negra no se levantó ante la presencia de un hombre blanco. Ella volvía de su trabajo, estaba cansada del despotismo establecido. Nadie consiguió levantarla de su asiento, a continuación fue detenida. Fue la primera, pero no la última.

La imagen de la detención de aquella mujer de aspecto tranquilo movilizó a toda una raza. De aquel incidente surgió un líder, Martin Luther King Jr., que, con mucha organización y practicando la “no violencia” de Gandhi, consiguió que todos los trabajadores de color no tomasen los autobuses en sus desplazamientos. Constituían el 60% de los usuarios habituales del servicio de transporte.

Su postura logró un gran avance de los derechos civiles de los afroamericanos en los EEUU. Pero Martin fue asesinado.

Hoy podemos ir a votar todos. Sí, podemos, ni siquiera digo debemos. Es un derecho y un deber, cada uno lo toma desde la perspectiva que quiere y lo ejerce o no, según su voluntad. Pero… ¿nos acordamos de las mujeres que consiguieron, con su lucha, que hoy, nosotras podamos ir a las urnas? ¿Nos acordamos que hace pocos años que nuestros nombres aparecen en las papeletas?

¿Nos acordamos de que, en una gran parte del mundo, hay personas que no saben qué es el derecho al voto? Sabemos que el conocimiento nos hace libres, por eso, a estas personas les impiden el acceso a la cultura, a ellos y a ellas. Y si ellos se adjudican el derecho a votar, a ellas las quieren sordas y ciegas para que no puedan hablar, para que no sepan que a poca distancia de donde viven hay un mundo diferente que se les oculta.

Hacen falta muchas Rosas Parks y muchos Martin para seguir cambiando la historia pero… ¿Habrá voluntarios para morir?

lunes, 1 de junio de 2009

Amor frío


Recuerdo cuando me regalaron a Cristóbal era como una lombriz amarilla. Su tacto sigue siendo tan suave como el primer día. Nunca sale de mi cuarto, le encanta el rincón de los libros.

Qué cantidad de ratones se comía, ahora ya no tiene bastante, ha pasado a tragar conejos enteros. Eso me da pena. Sí, me da pena. Pero es el ciclo de la vida. Unos mueren para que otros vivan. Cristóbal no se aparta de mi un segundo, últimamente, hasta se acuesta conmigo, no he visto serpiente más fiel. En que me meto en la cama allí está, pegada a mi, no veas cómo ha crecido, casi es tan larga como yo.

Siento lo que voy a decir, amigo, sólo te está midiendo. Cristóbal nunca tuvo dueño.

jueves, 14 de mayo de 2009

Veneno

Me alegra verte amigo, aunque sólo seas tu sombra escondida tras la niebla de tus ojos. ¿Dónde guardas la soledad para que no duela?

Puedo mirar a otro lado, puedo reir contigo un rato y marchar. No quiero, no quiero arrepentirme de lo que no hice, acaso sólo de lo que hago. Por eso te abrazo, y lloras porque sientes el cariño que demandas, ahora mi corazón late por tí.

Eres el muchacho que conocí hace ya demasiados años. No quiero ver como tiemblan tus manos, hasta ellas ha llegado el dolor que te metió en el vaso.

jueves, 7 de mayo de 2009

El poder más fuerte

Porque le engañaste. Porque no le dijiste que la hija que esperabas no era suya. Porque no le quisiste nunca. Porque te pegaba con saña. Porque le dijiste que no era mi padre. Porque desde entonces me pegó. Porque yo tenía la culpa de todo. Porque me diste dos hermanos. Porque me pegabais los dos. Porque le denuncié. Porque no declaré contra ti. Porque me llevaron a una casa de acogida. Porque siempre me he buscado la vida. Porque quiero a mis hermanos y su padre les pegaba. Porque ya no estás con él. Porque no mereces ser madre. Te quiero.

Porque te di mi amor desde que supe que venías. Porque te cuidé cuando enfermaste. Porque no dormía velando tu cuna, tu cama. Porque renuncié a todo para verte crecer. Porque quise que fueras un buen hombre. Porque algo hice mal. Porque ya no me necesitas. Porque no me venías a ver. Porque tampoco me llamas. Porque soy una carga molesta. Porque muero. Porque no mereces llamarte hijo. Te quiero.

martes, 5 de mayo de 2009

Cosas que pasan 1

Estoy porque con el tiempo os quiero, porque la costumbre me hace permanecer, porque ni siquiera soy un joven. Hoy tomo mi primera decisión, ya me dejan decidir.

Soy el primero en llegar, como siempre, pero hoy esperaré, porque puedo, porque me dejo y porque quiero. Su entrada está acompañada de la ovación y aplausos de sus compañeros de equipo.

-Dime, ¿por qué llegas tarde?
-Porque me voy.
-¿Cómo que te vas?
-Hace mucho que entreno para no jugar.
-No te esfuerzas.
-Tres minutos de partido, cuatro tapones, dos canastas. Me voy.
-Tú sabrás lo que haces. Eres libre para irte.

Probablemente, nunca sabrá que él también era libre para impedir que se fuera.

El problema no siempre es abandonar, sino dejar que el otro se vaya.

Diego, eres un gran muchacho, ya te echo de menos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

No me dejes

Juventud que velozmente pasas
Entre los corazones.
Universo de flores son tus días
Negación de olvidos tus noches.
Espirales continuas de ascenso infinito
Silvestres aromas rodean tu estilo.
Sangre que bombea fuerte
Elevando al cielo tu sentido.

No pude disfrutar de ti
En el momento oportuno.

Mantenme contigo, amada,
Espera a que pueda dejarte.

Quiéreme por más tiempo,
Un poco más me hace falta.
Ilusión que no he perdido
Tempestades interiores abruman mi alma
Tinieblas distantes percibo cercanas.
Espera a que pueda dejarte.

Pasaré a la siguiente etapa
Abandonaré tu mundo y
Seguiré amando cuando nazca el alba.

lunes, 9 de marzo de 2009

Susurro de amor en Veruela


Soplaba viento fuerte fuera del monasterio
En su interior la guía contaba ya el misterio
De lo que allí ocurría yendo a su cementerio
Una leyenda narró sin ningún magisterio



Todo empezó en el claustro, mientras la guía explicaba la historia del edificio, y de quienes allí habitaban. El día era tan invernal que todo nuestro grupo unido permanecía, para escuchar mejor y guardar bien el calor que la proximidad lograba. Esta cercanía humana me impidió darme cuenta, en un principio, de la corriente cálida que soplaba tras mi cuello. De ser apenas perceptible, pasó a caldear mi espalda que unos minutos antes había estado helada.


Atenta a la explicación, y anotando lo escuchado para no perder palabra, creí oír al viento decir: “Ven”. Mi cerebro no reaccionaba, seguía apuntando palabras. “Ven”, era un susurro, el clamor de un alma. “Ven”. Una paz interior me invadió. Noté un cálido abrazo y nadie me acompañaba, miré a mí alrededor, todos atentos estaban al resto de la historia que la guía nos narraba.

Qué atrevido el viento, que sólo a mí me hablaba y cambiaba la temperatura para mejorar mi estancia, en este bello paraje de un lugar de España, tan visitado antaño como lo será mañana, por las vidas que llevaron cuantos aquí moraban.


Seguimos con la visita. Encontré en los capiteles los animales prohibidos entre la vegetación labrada. “Ven, sigue mi voz”. Embrujada por la belleza del lugar obedecí aquella orden. Un viento cálido me empujaba tras aquel susurro. Me condujo fuera del monasterio y ante un árbol se paró. Nada puede equipararse al impacto que causó ver ante mí aquella imagen donde el viento me llevara, dando paso a otro susurro que bien claro exclamó: “Debajo de este árbol descanso con mi amor. La abadesa nos mató”. Enroscado a su grueso tronco una hiedra daba a luz a una pareja abrazada, víctima del crimen cometido por un grave desamor.


Desperté de mi ensueño y eché a correr hacia el monasterio. ¿Cómo iba a contar aquello? “Moisés y Julio me creerán –pensaba”.
Esa noche volvimos juntos, no había persona andante a cien leguas del lugar. Provistos de palas y picos nos pusimos a excavar debajo de aquel árbol sin saber qué íbamos a encontrar.
Bien hicimos en hacer caso del susurro de un alma en pena sin más, pues descubrimos los cuerpos del monje Senén y la hermosa Galatea. La muerte no los pudo separar. Y a la señora abadesa la culpa logró matar.


Era aquella una leyenda que los siglos no lograron acallar. El destino esperaba que volvieran al lugar unos sentimientos limpios que escucharan el lamento de aquel monje, que nunca osó rozar a la hermosa Galatea que lo amaba sin nada a cambio esperar.


Volviendo a la ciudad a mitad del camino
Una pareja salió del lugar clandestino
Espíritus gloriosos, unidad del destino
Agradeciendo, tal vez, mí escuchar con tino



jueves, 5 de marzo de 2009

Duele

Amanece sobre tu frente
manzana fresca y dulce
olor a mar bravío
renace un beso en tus labios.

Amo el amor que te he dado
manteniéndolo puro en su estado
olvidando algún desencuentro
recordando el dulce pasado.

A mis hijos llevo en el alma
madre aprendo a ser cada mañana
ocupo mi ser en ello
renunciando, si es preciso, a la calma.

Antes de llegar a la vida
madre y padre me quisieron
os perdí para siempre y, en la partida,
repongo en mi memoria vuestro recuerdo.

viernes, 27 de febrero de 2009

Chinesse

Recuerdo que la lluvia caía incesante sobre el tejado. Oía su suave canto sobre mi cabeza, levantaba la cara como si las gotas fueran a atravesarlo dispuesta a notar su fresca caricia en mi rostro. Nunca se cumplía mi deseo, cerraba los ojos y esperaba un poco con la esperanza de tener más suerte esa vez. Me encantaba el agua y también los días de lluvia. Eran los mejores para dedicarlos a bellos trabajos de manualidades que desde niña practicaba con aplicación. Entonces, seguía sentada delante del bastidor que mi abuela un día me regaló, por ser la mayor de mis hermanas, recordándome la obligación de conservarlo siempre como ella había hecho cuando su abuela también a ella se lo dio.

Recuerdo que bordaba un fino mantel con hilos de seda al que acariciaba a cada puntada, todas iguales, una tras otra, durante horas. Así iba haciendo crecer sobre la tela flores de loto, de igual modo que estas se iban abriendo en el estanque del jardín. Bordaba con respeto hacia la obra que estaba creando entre mis manos. Bordaba con cariño pensando en mi futuro amado con el que, algún día, compartiría ese fino paño. Bordaba con la esperanza de que mi esfuerzo acabara siendo bello. Y mis dedos acariciaban la fina seda como la lluvia acariciaba con delicadeza el tejado. Al terminar cada día mi labor todo quedaba guardado en su baúl de bambú.

Seguí durante bastante tiempo mis bordados de seda y, además, aprendí la técnica de la pintura con tinta, cada color debía ser elaborado con diferentes sustancias todas ellas naturales. Mis pinceles siempre estaban preparados para decorar un pliego de papel de arroz. Con el tiempo, las prácticas dieron fruto y empecé a guardar algunos de aquellos pliegos perfectamente enrollados esperando el día en que pudiera contemplarlos con mi amado. El más bonito representaba un recuerdo de mi feliz infancia, era la imagen de una garza que visitaba cada año nuestro jardín y que paseaba con calma por la orilla del lago de las flores de loto. Algo que no quería olvidar porque siempre me transportaría a aquella dulce etapa. Por eso este pliego contiene tanta belleza.

Tuve años de gran tranquilidad, los juegos en el jardín de casa con mis hermanas ocupaban la mayor parte de mis días. Aunque siempre reservé tiempo para la lectura, a veces, leía a escondidas en la biblioteca de mi padre.

Una mañana temprano mi madre vino a mi dormitorio para comunicarme que mis esponsales estaban cerca. Mi padre había hablado con un buen amigo que tenía un hijo un poco mayor que yo, a pesar de que hacía tiempo que no se veían siempre se habían admirado y respetado mutuamente, por lo que habían decidido unir ambas familias. El padre de mi futuro esposo había establecido buenas relaciones en la venta de la seda y éste le ayudada en las tareas comerciales.

La noticia me sorprendió tanto que apenas podía respirar, aunque siempre me habían preparado para ella. En pocos días conocería a mi amado. Sería su primera esposa y esto me llenaba de ilusión.

Llegó el día de la presentación, cercano al de la boda, todos en casa iban y venían con los preparativos. Yo no quería pensar demasiado en ello, me inquietaba, aunque tenía ganas de conocer al que sería mi esposo. Mientras recorría el pasillo que me conducía a la estancia donde todos me esperaban mi corazón latía fuerte, mas sólo yo lo notaba. Apenas me atreví a mirarle, su rostro me pareció hermoso y sus maneras refinadas.

El tiempo nos llevaría a una convivencia tranquila y feliz, nuestro matrimonio duró muchos años. Tuvimos cinco hermosos hijos que crecieron fuertes y sanos. Y pude compartir con mi amado aquel fino mantel de seda que también él supo apreciar y el pliego de papel de arroz, con la imagen de la más bella garza, ocupó un sitio preferente en la estancia principal de nuestro hogar.

Y hoy es hora, mi pequeña flor, de que por ser la mayor de mis nietas, te haga un hermoso regalo, este precioso bastidor con el que un día me obsequió mi abuela recordándote la obligación de conservarlo y guardarlo siempre en su baúl de bambú, para que bordes tus sueños más hermosos con hilos de seda mientras esperas el día en que puedas compartirlos con tu amado.